Neurociencias aplicada a la educación infantojuvenil
El cerebro humano está diseñado para aprender.
Entonces ¿por qué la sociedad insiste en acelerar procesos madurativos?
Los primeros 20 años de la vida, con su delicada plasticidad cerebral, permite la armoniosa interacción de la biología y el ambiente, construyendo así un órgano asombrosamente dispuesto a la adaptación, el que continuará modificándose, enriqueciendo y potenciando así sus habilidades a lo largo de la vida.
Aprender es el sello de un cerebro sano, y éste término dista mucho del concepto académico de aprender, limitado a las acciones educativas dirigidas a un objetivo igualmente limitado, cual es el preparar al niño para la vida laboral adulta, y que demasiado a menudo, adquiere la forma de una domesticación del alma infantil.
Hoy día los niños están vivenciando la entrega desmedida de estímulos cognitivos bajo presión, sistemas educativos movidos por el deseo ambicioso de producir cerebros tempranamente eficientes para el éxito académico. La búsqueda compulsiva de rendimientos cognitivos – cuyo fin muchas veces es más bien mercantil de centros educativos que compiten entre sí para exhibir elevados puntajes en mediciones nacionales – está conduciendo a una entrega igualmente compulsiva de contenidos a niños cada vez más pequeños, lo cual es sinónimo de anticipar de manera forzada la actividad de módulos cerebrales funcionales que recién se están organizando. (En el siguiente artículo hablaremos de Neuromaduración Cognitiva).
Aprender requiere modificar lo ya incorporado al sistema neurocognitivo a través de activos procesos de:
- pensar: análisis, síntesis, reelaboración, transformación e integración.
- imaginar: abrir el caudal ilimitado de la fantasía humana.
- crear: obras nuevas, originales, propias, únicas y que llevan el sello del asombro frente a las infinitas posibilidades que brinda la vida. Relación armónica entre juego y racionalidad.
Aprender requiere de una delicada armonía entre la fuerza interna del niño por aprehender, entender y dominar el mundo y la acción sabia del adulto mediador, que sabe regular su presencia. El protagonista es el niño, el adulto acompaña su proceso con atención y sabiduría. Un buen mediador no invade de estímulos al niño sino que activa el circuito neurobiológico de la motivación a través de la emoción.
Por otro lado, si el aprendizaje lo definimos como “un proceso por el que los organismos modifican su conducta para adaptarse a las condiciones cambiantes e impredescibles del medio que lo rodea”, entonces podemos afirmar que es la experiencia la que cambia día a día el cerebro. Una experiencia activa y significativa.
¿Qué nos plantea la Neurodidáctica?
Al usar metodologías activas o inductivas como el Aprendizaje basado en Proyectos (ABP), Juegos o Gamificación, Clase Invertida (Flip Classroom), se generan conexiones neuronales consistentes y que perduran en el tiempo.
Usando metodologías activas el niño es el centro del aprendizaje, integra un sistema de valores y es capaz de extrapolar la información, inferir los contenidos a otros diferentes.
En conclusión, en el proceso de aprendizaje de un niño debe considerarse y respetarse el proceso neuromadurativo, entendiendo que el potencial de un niño no surge de la cantidad de estímulos o de información que le entreguemos sino que de la experiencia significativa para lo cual el niño es el actor principal.
Fuentes Bibliográficas:
- Dra. Amanda Céspedes (2007). Cerebro, Inteligencia y Emoción.Chile. Fundación Mírame.
- Scolartic (2018). Curso Neurodidáctica. España. Telefónica-Educación Digital.